La violencia vuelve al centro de París

La protesta de los ‘chalecos amarillos’ degenera en choques con la policía en la capital francesa.

Los ‘chalecos amarillos’ mantienen su pulso con el Gobierno francés. Por tercer sábado consecutivo, la protesta ha degenerado en choques entre manifestantes y fuerzas antidisturbios en el centro de la capital francesa. Más de 80 personas han sido ya detenidas a media mañana.

La policía lanza gases lacrimógenos y emplea cañones de agua, mientras que los activistas más radicales improvisan barricadas en las calles adyacentes a los Campos Elíseos. Las autoridades ya habían avisado que el acceso a los Campos Elíseos estaría limitado y habría severos controles. Eso ha desplazado los incidentes al perímetro exterior y a la plaza Charles de Gaulle, delante del Arco de Triunfo.

Un grupo de manifestantes ha intentado forzar la entrada a la avenida y la policía ha replicado con contundencia. Pese a que muchos comercios cumplieron la orden de autoprotegerse y de retirar el mobiliario urbano de las aceras, los manifestantes lograron hacerse con objetos para improvisar barricadas.

Según las imágenes de BFM-TV, se llegaron a arrancar justamente los grandes paneles de chapa de madera que se habían colocado para preservar los escaparates. Algunas tiendas y restaurantes decidieron cerrar sus puertas, de modo preventivo, después de los graves daños que sufrieron el sábado pasado.

El presidente Emmanuel Macron -que se halla en Argentina en la cumbre del G-20- y su Gobierno se enfrentan al dilema de cómo responder a la movilización y las reivindicaciones, que amenazan con prolongarse hasta la Navidad y causar un grave daño a la actividad económica. Por un lado no quieren dar marcha atrás en los planes de implantar una ecotasa para los carburantes que ven imprescindible para avanzar en la transición ecológica.

Por otro, están ofreciendo algunas medidas compensatorias para aplacar los ánimos. Sin embargo, la protesta exige un cambio total de política fiscal, más justa, amén de medidas de rango institucional que llegan incluso a la supresión del Senado. Es difícil para el Ejecutivo encontrar interlocutores, dada la dispersión del movimiento contestatario y la ausencia de líderes reconocidos.