Sbarro en Buenos Aires: una porción de Nueva York en pesos

La popular cadena de pizzerías norteamericana hizo pie en un lugar emblemático de Buenos Aires y promete dar que hablar.



Sbarro abrió su primer restaurante en el centro comercial Kings Plaza de Nueva York en 1967. Una década atrás, Gennaro y Carmela Sbarro abrieron su primera Salumeria, una tienda de comestibles con productos típicos de la gastronomía italiana en el barrio de Brooklyn. Medio siglo después de la apertura de su primer local y gracias al éxito de su formato “al paso”, ya era una cadena con más de mil locales y con presencia en 26 países.

Pero Argentina es un país especial en materia de recibir a cadenas de pizzerías extranjeras. En las décadas de los 80’s y 90’s los dos gigantes de este rubro, Pizza Hut y Domino’s, intentaron instalarse y se toparon por la intocable preferencia de los consumidores por la pizza argentina. Pero en los últimos años cambiaron las reglas de juego: la mayor apertura de las nuevas generaciones a probar nuevos sabores y la posibilidad de una pequeña parte de las mismas de probar las gigantes porciones neoyorquinas en la mismísima Gran Manzana aumentaron el interés por este estilo de manjar. Así, surgieron locales y hasta pequeñas cadenas que buscan diferenciarse bajo el lema de hacer porciones “estilo New York”. Sin embargo y pesar de que en muchos casos se trata de productos muy bien logrados, ninguna puede liberarse de esa sensación de que uno está ante un híbrido entre una porción de Manhattan o Brooklyn y una de las clásicas de la calle Corrientes.

Sbarro justamente llegó a Argentina arriesgando fuerte en un contexto de alta competencia: si bien planean abrir 35 locales en el país en un proceso de cinco años, la primera apertura se dio nada más y nada menos que en la mencionada avenida Corrientes al 1267. Esta ubicación no solo está muy cerca del Obelisco sino en lo que es un verdadero epicentro de la pizza porteña: clásicos como Güerrín, Banchero, Los Inmortales y La Americana y una sucursal de la popular cadena local Kentucky se encuentran a escasos metros.

A pesar de la altísima competencia y lo flacos que están aún los bolsillos de la mayoría, la expectativa y otros factores que describiremos a continuación dieron sus frutos: el local explotó literalmente en su apertura a fines de agosto y un lunes a las tres de la tarde tiene un flujo de clientes más que interesante, tratándose de un Microcentro porteño que ya no es lo que era después de la pandemia que sacudió al mundo.

El primer factor del prematuro éxito de la propuesta uno se lo encuentra en la puerta: lo primero que ves al llegar al local de la Avenida Corrientes es un cartel que promociona que los combos de una porción XXL (o “slice”, como prefieran decirle) y una bebida oscila entre los 210 y 240 pesos. Este cronista da cuenta de que si después del almuerzo tu agenda es exigente esta opción es más que suficiente.

Dentro del local uno puede observar más detalles del menú y sus precios: las porciones arrancan en los 120 pesos y las pizzas completas en 700; los strombolis (otro clásico de la cadena) en 170. Para los más exigentes, un combo de dos slices XXL con bebida parte en los 390 pesos y uno de dos porciones romanas (un poco más pequeñas, cuadradas y más altas) con bebida en los 260 pesos. Estos precios no solo resultan competitivos sino en muchos casos más baratos que los que presentan muchas pizzerías clásicas porteñas en la actualidad, donde comer dos porciones de pizza acompañadas de una bebida no baja de los 400 pesos.

El otro factor es el producto en sí mismo: preferencias de gusto aparte, la sensación de estar ante una pizza de estilo netamente neoyorquino no demora más de uno o dos bocados y por unos segundos uno puede preguntarse si está a metros de nuestro emblemático Obelisco o de la lumínica Times Square. Si los argentinos logramos superar antinomias ridículas como “Soda Stereo o Redondos” y varias más, no sería de extrañar que los estilos argentinos y neoyorquinos logren una coexistencia pacífica que nuestros paladares agradecerán.



Fuente | minutouno

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