Historia, política, Procusto y la metamorfosis del ¿león?

Que la política argentina cada tanto nos regala cierto tipo de personajes estrafalarios, no es ninguna novedad; pero hay que hacer una advertencia preliminar: una cosa es un personaje estrafalario y otra un personaje famoso, proveniente de alguna actividad por fuera de la política y que se mete de lleno en ella (cantantes, deportistas, actores, etc.)



Haciendo un poco de historia, puede decirse que el corte de cintas para la irrupción en el mundo de la política de personas que no provienen de ella, se dio en la década de los noventa.

Fue Carlos Menem el primero en animarse a seducir a muchos outsiders para que incursionen en el mundillo de la política; así arribaron los Hugo Porta, Palito Ortega, Carlos Reutemann o Daniel Scioli (entre otros), quienes sin dudarlo, se metieron de lleno en la arena. Quizá el último de los nombrados haya sido el que más vocación demostró para pretender modificar realidades a partir de la política. Pero lo cierto es que antes de Menem, los dirigentes provenían de la política tradicional, o en algunos casos, de la actividad sindical, pero no más que eso. 

El mamarracho salteño que siempre vestía de amarillo llamado Alfredo Olmedo fue uno de esos ejemplares estrafalarios, más que pintoresco, payasesco, bizarro, un personaje casi de fantasía. Y hay que dejar bien en claro que lo payasesco del hombre en cuestión no tiene que ver con su vestimenta, sino con su discurso. 

Pocas veces se ha escuchado a un representante del pueblo en el Congreso Nacional proferir tantas burradas juntas como a Alfredo Olmedo. Ahora, deberemos acostumbrarnos a los dislates e insolencias de Lilia Lemoine, a quien el soberano, ha depositado en una banca en el Congreso de la Nación. País generoso si los hay. Pero el común denominador de todos estos personajes, era que sólo podían llegar, con mucha suerte y viento a favor, a las Legislaturas Provinciales o al Congreso Nacional, no más que eso. El otrora desdentado chacarero Alfredo De Ángeli es otro ejemplo.

A diferencia de lo dicho hasta aquí, lo que ocurre en la actualidad con Javier Milei (y he ahí lo novedoso), es que tiene posibilidades concretas de ser Presidente de la Nación. Reitero, tiene posibilidades concretas de ser Presidente de la Nación

Vea, estos sujetos, funcionan muy bien como panelistas de televisión, como invitados permanentes u ocasionales. Sin dudas hacen elevar el rating, son llamativos, mientras más griten al monologar mejor aún, mientras más alocadas y disruptivas sean sus propuestas, mucho mejor. Está más que claro que en la televisión argentina se dice lo que se quiera decir, por más que lo que se está diciendo sea una animalada mayúscula. Es más, a veces ese tipo de animaladas funciona muy bien para el negocio. Pero cuando al panelista le colocan el traje de candidato, la cosa cambia y la gente lo percibe. Porque los televidentes pueden dejarse engañar voluntaria y fácilmente por estos personajes, pero cuando esos mismos televidentes se transforman en ciudadanos con derechos cívicos, no suele suceder lo mismo.    
 
Porque la política es otra cosa, mi amigo. Desde la política es desde donde se dieron y se dan las grandes transformaciones sociales. Es desde ahí. Quien no logre entender esto, difícilmente pueda entender que Mariano Moreno, Manuel Belgrano, Juan José Castelli, o el mismísimo San Martín entre tantos otros, fueron hombres que esencialmente, hacían política. ¿O qué fue acaso la Revolución de Mayo, sino una revuelta política que puso fin al colonialismo, dando origen a nuestra patria? ¿En serio se piensa en la política como algo relativamente nuevo y (peor aún) nocivo? La política debe entenderse como herramienta transformadora de la sociedad. Todos somos actores políticos y como tal, debemos obrar con responsabilidad ciudadana.

Aún resuenan los ecos de lo que dejaron las urnas este domingo 22 de octubre y los posibles escenarios ya comenzaron a vislumbrarse, con la premura de quien no quiere perder ni un solo día en el rearmado de estrategias. Y hasta podría decirse que Javier Milei ni siquiera quiso perder horas: apenas conocido el resultado electoral, comenzó su metamorfosis. En su discurso leído, -sí ese que se pareció tanto al de Macri tras las generales de 2015- acabó dándole la razón a Myriam Bregman: ¡ qué gatito mimoso resultó ser el león !. 

De rugir como el felino de la Metro Goldwyn Mayer pasó a maullar como gatito abandonado en una canastita de mimbre, en un oscuro callejón. De la voz de rastrojero fundido y cara de malo cantando canciones de La Renga pasó a tartamudear súplicas con carita de perrito Beagle que rompió la ojota del amo. De tratar a medio mundo de idiota, mogólico (SIC), inútil, excremento humano, parásito, zurdo de mierda, fracasado, basura, estiércol, etc, a pedir por favor a esos mismos maltratados, casi de rodillas y suplicando, un votito para “acabar con el kirchnerismo”. Más aún, insólitamente dijo que estaba dispuesto “a olvidar todas las ofensas, borrón y cuenta nueva”. ¡¡ Y el único que ofendió y maltrató fue él !!. Es como si el marido golpeador le dijera a su mujer “mi amor, a partir de hoy olvidemos todos los golpes que nos hemos dado”.

Realmente el episodio es para los anales de un libro de psiquiatría que se podría titular: “de cómo un manipulador endilga culpas a los demás, sin asumir las propias”. 

Si logra captar con tales súplicas algunos votos de la otrora poderosa coalición que fue alguna vez Juntos por el Cambio, y que a partir del mismo domingo a la noche comenzó una diáspora que pareciera no tener fin, se verá en el balotaje. Pero si lo logra, será solamente por el común denominador del odio al peronismo/kirchnerismo que se cuelgan cual medallas, tanto libertarios como cambiemitas.

El lector algo avezado en historia universal, ¿encontrará grandes diferencias entre un Calígula por ejemplo, emperador romano que en su grado máximo de paroxismo llegó a nombrar a su caballo como Senador y Javier Milei, quien dijo que hablaba con su perro muerto, comunicándose en el más allá a través de una médium? ¿En serio creen que hay muchas diferencias? 

La política argentina, los grandes medios concentrados de comunicación, ciertos empresarios que se verían claramente beneficiados y también los enormes desaciertos de la política tradicional, han contribuido a hacer germinar a este monstruo que (al menos hasta el domingo 22 de octubre) amagaba con ser incontrolable.

Una de las conclusiones más esperanzadoras que nos dejaron las elecciones generales, fue el notorio rechazo a propuestas basadas en el odio, la violencia y la intolerancia.

El desempeño de Patricia Bullrich fue lamentable, como lo fue en campaña cada vez que abrió la boca. Realmente hay que llevar adelante una campaña prometiendo quita de derechos, represión, ajuste, penurias y aniquilamiento del adversario, ¿no?  ¿Se puede seducir a muchos votantes de esta manera? Razonablemente se podría decir que no, que de esa manera sólo se logra adhesión dentro del claustro fanatizado del núcleo duro. Pero fuera de esa palangana, se pesca poco y nada. Sinceramente, no recuerdo antecedentes en la historia desde la recuperación de la democracia hasta ahora, en los que una fuerza política prometiera la desaparición, el exterminio y la destrucción de otra fuerza política. Para encontrar algo parecido, deberíamos remontarnos a las proclamas posteriores al 16 de septiembre de 1955, que recordemos, propiciaba el gobierno de facto de Lonardi. Y lo insólito es que esto se permitió sin cortapisas, tanto en entrevistas en televisión, en spots publicitarios, hasta en el mismísimo debate presidencial como si nada; como si no cargaríamos como sociedad, con tanta triste historia de proscripción, destrucción y aniquilamiento.    

Es por eso que Milei, tras el resultado del domingo 22 pegó un volantazo violento (¿aconsejado por Macri?) suavizando en extremo el mensaje hacia sus anteriores enemigos de JxC, olvidándose olímpicamente de su lucha contra “la casta” y más aún, implorando ayuda a ella, tratando -cual manipulador- de convencer a humillados que ahora, mágicamente, en realidad los valora, y los quiere con él en un eventual gobierno. Tal como Gregor Samsa en la excepcional “Metamorfosis” de Franz Kafka, que cierta mañana se encuentra convertido en un monstruoso insecto, Javier Milei se ha transformado notoriamente en cuestión de horas, en algo que no es lo que lo hizo llegar donde está. A diferencia de Samsa, Milei pasó de monstruo a ser humano. Parafraseando al Indio, se ha convertido en “un caníbal desdentado, enseñando a masticar”. Pero a diferencia del personaje kafkiano, Milei no es inofensivo, es muy peligroso.

Milei es un peligro para la democracia, esa que tanto nos costó reconquistar. No le importan ni los derechos humanos, ni la institucionalidad, ni los valores, ni la decencia, ni la solidaridad, ni la ayuda al prójimo, ni el valor de lo público, ni el respeto, y mucho menos la diversidad. Como buen autoritario, concibe la realidad sólo como él la entiende, y los que no la entienden de esa manera, deben ser descartados por basuras. 

Milei es un personaje tan complejo, un producto tan de laboratorio que de pronto se ha descontrolado, que hasta es difícil analizarlo. Su pensamiento recuerda al mito griego de Procusto. Procusto era un posadero que ofrecía hospedaje a los viajeros y los alojaba en sus habitaciones. Los hacía dormir en camas de distinto tamaño, de modo tal que, si la cama era más grande que el huésped, por la noche lo ataba de pies y manos a la cama y los estiraba, incluso hasta dislocarle los huesos de tal forma que el cuerpo coincidiera con la cama. En modo inverso, si la cama era más pequeña que el huésped, les cortaba lo que sobresaliera, pies o cabeza, para hacerlo coincidir con la cama.  La realidad es la que él mismo preconcibió, no otra. Y si esa realidad no cuadra, él se encarga de hacerla encuadrar.  

El candidato Sergio Massa es quien se ha presentado con un mismo discurso desde que entró en campaña, sin agresiones, con un mensaje propositivo, apostando al diálogo, al consenso, desterrando el odio y la violencia verbal que tanto mal nos ha hecho como sociedad. El mensaje del fin de la grieta debe entenderse contextualizado. Antes de valorar, debemos establecer qué entendemos por grieta. Porque convengamos que diferencias, desde el mismísimo nacimiento de la Patria, siempre hubo, y hoy claramente también las hay.

Pero el límite es la vida y la muerte, mis amigos. Aquí, producto de esa ofensiva maquiavélica orquestada en tándem por la gran mayoría de los medios de comunicación, la justicia cómplice y los dirigentes opositores, se ha llegado al extremo de querer matar a la Vicepresidenta de la Nación. Y pareciera como que no ha pasado nada. 

A muchos les sorprendió el resultado de las elecciones generales, incluso a varios les molestó. Estos últimos argumentan qué cómo puede ser que con la desastrosa situación económica, el candidato oficialista que justamente es el Ministro de Economía de este gobierno, haya sido el más votado. 

La explicación quizá sea más sencilla de lo que pueda suponerse. Las alternativas que había a la postulación de Massa con chances concretas de disputar la presidencia, realmente daban miedo. Más allá de decisiones políticas acertadas (quizá tardías también) que tuvieron eco en las urnas, como la eliminación del impuesto a las ganancias para los trabajadores, créditos para monotributistas, devolución del IVA para compras de la canasta básica, bonos a jubilados, etc, no tuvo que hacer demasiado más que eso el tigrense para diferenciarse del espanto personificado que representaban las propuestas de Bullrich y Milei. Realmente daban miedo. Y si hubo “campaña del miedo” como sostienen algunos que aún no paran de lamerse las heridas, fueron los propios protagonistas, Bullrich y Milei quienes se encargaron de propagarla. Todas las penurias y horrores que nos prometían, salieron de sus bocas, no de la de Massa.   

Si les reclamamos a nuestros dirigentes que estén a la altura de las circunstancias, nosotros como sociedad, también debemos estarlo. El balotaje de noviembre, por contexto y marco histórico, se transforma en un hecho bisagra para nuestra historia. Quizá desde aquélla época del “Braden o Perón” que no está tan marcada la diferencia entre una y otra propuesta. Como dijo alguien una vez, en este contexto, lo que es difícil es la situación, pero la elección es fácil. Tratemos de escribir la historia nosotros mismos. No permitamos que nos la escriba ningún Braden.     







Ignacio de Tuati. 
Abogado egresado de la UNL. 
Matrícula 6164. 
Sarmiento 1752, Santo Tomé. Te: 342-5462895. drdetuati@hotmail.com

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